Uno de mis mayores méritos es que en mi infancia conocí a uno de los soldados de la guerra de Cuba. Una guerra de hace cien años. Se llamaba Sandalio y tenía los ojos llorosos permanentemente no sé si por su edad o por haber sido soldado en la manigua. Cuando se hablaba de él siempre se preguntaba con el respeto debido a un pariente lejano ¿cómo está Sandalio, será muy mayor ya , no?
-Está más que mayor, ten en cuenta que estuvo en la guerra de Cuba, pero todavía fuma y cría su hortal como nosotros y además las mejores patatas y nabos son los suyos.
En esta foto en sepia aparece Sandalio con sus abarcas , su gorra y su chambra sobre la camisa blanca. Es alto y delgado y lleva la barba de toda la semana entrecana desde hace más de cuarenta años y tiene un brillo húmedo en los ojos que los hace parecer llorosos. Pero son los ojos profundos del que ya ha lo ha visto todo y está orgulloso de ser un superviviente, no sólo de la guerra de Cuba, sino un superviviente en general. En esa profundidad negra hay un destello de regocijo que no se apaga cuando dice su edad ni cuando una vez más se le alaba su aspecto físico que admite condescendiente . Se podría decir que conoce la importancia de su papel de ancestro vivo y lo representa con enorme dignidad.
Entre los héroes de aquella guerra perdida figuran algunos oficiales olvidados pero no figura Sandalio, que ni fue oficial ni siquiera tiene apellidos que por aquí ni falta que hacían, porque cuando había dos nombres iguales se concretabann con la pertenencia al padre, a la mujer o al marido; así mi abuelo era Manuel el de la Juana y mi padre, Amalio el de Manuel. Pero Sandalio es ya tan viejo y está tan solo que no pertenece a nadie, sólo a la memoria de los que saben que estuvo en la guerra de Cuba.
(Según un registro de pasajeros existente (hay muchos y el más antiguo es de 1509), Sandalio Sancho desembarcó en La Habana el 28 de enero de 1853. Llegó desde Barcelona en “La siempreviva”, procedente de Barcelona, y no puede ser de ninguna manera el Sandalio que yo conocí porque de lo contrario, en aquel tiempo ya tendría más de cien años , ¿pero qué más da?
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