jueves, 29 de noviembre de 2012

Teoría sbre espejos


 TEORÍA SOBRE ESPEJOS
Cuando Leoncio Venteo El  bueno tenía que recuperar una tarea aplazada empezaba diciendo: A ver, ¿cómo me llamo yo? – Me llamo Leoncio, se repondía. Esto era una vieja costumbre que adquirió a raiz de un problemilla ético que tuvo cuando estudiaba ingeniería en Deusto. La dureza de la disciplina que voluntariamente  se impuso en los estudios le llevó a querer anular la mitad de su personalidad, aquella que le empujaba a la pereza y la holganza  y que resultaba nefasta para cumplir sus objetivos académicos. Así que una noche cuando se acostó cansado de luchar con logaritmos binarios, decimales y de base E decidió confinar en una botella como si fuera un genio naligno de aquellos de las mil y una noches a esa parte de su personalidad que le era hostil y tenía que derrotar cada vez que se enfrentaba a las matemáticas y sus aplicaciones.  Pero lo hizo ya en duermevela y nunca supo qué parte había sometido al ostracismo de la botella, si la negtiva, la de la holganza o la positiva, la disciplinada. Por eso, al principio lo primero que hacía cada mañana al despertarse  era preguntarse quién era y más tarde ya tenía que hacerlo a menudo, cuando cambiaba de tarea. A ver, ¿Cómo me llamo yo? con la esperanza de que la respuesta  fuera “yo me llamo Leoncio Venteo, el Bueno, el disciplinado” Casi siempre acertaba porque tenía en general buena conciencia de sí mismo.  Pero no siempre porque a veces quien respondía era Leoncio Venteo El malo  diciendo que era El Bueno y no lo advertía hasta que  entre dientes añadía  “Leoncio Venteo, sí,  el padre de, o el marido de, o el profe de.  Entonces  Leoncio se daba cuenta de que  había caído en una trampa  por la que unas veces  era   un mister jeckil y otras un mister hyde que lo hacía imprevisible o falso o contrario como pasa con los espejos, que la mano derecha aparece como la izquierda y viceversa. Por eso  todos los pintores que se autorretratan parecen  zurdos siempre que tuvieran el pincel en la mano, claro.   Cuando   se  daban cuenta del error no lo podían arreglar porque tenían que pintar al revés todo lo que veían en el espejo, cosa que debe ser casi imposible como no sea para el cerebro de una mujer o de un hombre que padezca bilateralidad, que no sé si solucionaría el problema.  En los casos a los que me refiero, Leoncio Venteo  padecía por tanto una especie de zurdez mental; Leoncio el malo era  una imagen especular de Leoncio el bueno y como no había un espejo real para descubrir el efecto, nadie, ni él mismo,  sabía con toda seguridad quién era realmente,  si míster jeckill o míster hyde.  Con un espejo delante sería fácil: a ver: mister jeckil es el que mira al espejo y míster hyde el mirado,  aunque  no está tan claro: el del espejo está ostensible mirando al que mira al espejo. Mejor dejémolo, parece que aunque no esté claro  ya se  va entendiendo, ¿no? Con los personajes de Stevenson  era fácil,  cubro de pelo y le doy un aspecto bestial a mister Hyde y así el lector lo distingue pronto y bien del doctor Jeckill. En el cine el efecto es más patente.  Pero claro, Leoncio Venteo no bebía brebajes que le cambiaran de aspecto, por lo cual siempre parecía uno u otro...  Así que , como dije antes ni nadie ni él propio Leoncio Venteo sabía a ciencia cierta quién de los dos era, el bueno o el malo. 
Primero pensó en llevar siempre consigo un espejo de mano para verse la cara. Pero lo tuvo que descartar porque además necesitaría ponerse un pendiente a alguna de las orejas, lo que no arreglaría nada porque en el espejo aparecería al revés. Además, en aquel tiempo no estaba de moda que los chicos se pusieran pendientes (eran los tiempos en que se daba cuerda a los relojes).  Asi que vivió en una crisis de identidad durante muchos años, sobreviviendo con toda la dignidad que pudo hasta que inventaron  otros ingenieros como él “la nube”. Allí tiene almacenados todos sus documentos, perfiles, avatares, agendas, nicks y passwords incluso una copia en 3D del carnet de identidad que se puede volver del revés y ver el dorso. Desde entonces su iphone le despierta cada mañana diciendo “Buenos días , soy Leoncio Venteo El Bueno o El Malo (que esto es aleatorio) y no me voy a mirar al espejo”. Leoncio se fía porque poco a poco  ha llegado a ser sacerdote de la secta Apple aunque en el fondo de su corazón sigue fiel a linux (pervivencia de la doble personalidad de Leoncio). Se fía porque  las máquinas carecen de subjetividad. Lo malo es que el Iphone 10 ya será inteligente y tomará sus propias decisiones a la hora del despertador. Leoncio está aterrado porque a pesar de todo se lo comprará.

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