TEORÍA SOBRE ESPEJOS
Cuando Leoncio Venteo El bueno tenía que recuperar una tarea
aplazada empezaba diciendo: A ver, ¿cómo me llamo yo? – Me llamo Leoncio, se
repondía. Esto era una vieja costumbre que adquirió a raiz de un problemilla
ético que tuvo cuando estudiaba ingeniería en Deusto. La dureza de la
disciplina que voluntariamente se
impuso en los estudios le llevó a querer anular la mitad de su personalidad,
aquella que le empujaba a la pereza y la holganza y que resultaba nefasta para cumplir sus objetivos
académicos. Así que una noche cuando se acostó cansado de luchar con logaritmos
binarios, decimales y de base E decidió confinar en una botella como si fuera
un genio naligno de aquellos de las mil y una noches a esa parte de su
personalidad que le era hostil y tenía que derrotar cada vez que se enfrentaba
a las matemáticas y sus aplicaciones. Pero lo hizo ya en duermevela y nunca supo qué parte había
sometido al ostracismo de la botella, si la negtiva, la de la holganza o la
positiva, la disciplinada. Por eso, al principio lo primero que hacía cada
mañana al despertarse era
preguntarse quién era y más tarde ya tenía que hacerlo a menudo, cuando
cambiaba de tarea. A ver, ¿Cómo me llamo yo? con la esperanza de que la
respuesta fuera “yo me llamo
Leoncio Venteo, el Bueno, el disciplinado” Casi siempre acertaba porque tenía
en general buena conciencia de sí mismo. Pero no siempre porque a veces quien respondía era Leoncio
Venteo El malo diciendo que era El
Bueno y no lo advertía hasta que entre
dientes añadía “Leoncio Venteo,
sí, el padre de, o el marido de, o
el profe de. Entonces Leoncio se daba cuenta de que había caído en una trampa por la que unas veces era un mister
jeckil y otras un mister hyde que lo hacía imprevisible o falso o contrario como
pasa con los espejos, que la mano derecha aparece como la izquierda y
viceversa. Por eso todos los
pintores que se autorretratan parecen
zurdos siempre que tuvieran el pincel en la mano, claro. Cuando se daban
cuenta del error no lo podían arreglar porque tenían que pintar al revés todo
lo que veían en el espejo, cosa que debe ser casi imposible como no sea para el
cerebro de una mujer o de un hombre que padezca bilateralidad, que no sé si
solucionaría el problema. En los
casos a los que me refiero, Leoncio Venteo padecía por tanto una especie de zurdez mental; Leoncio el
malo era una imagen especular de
Leoncio el bueno y como no había un espejo real para descubrir el efecto,
nadie, ni él mismo, sabía con toda
seguridad quién era realmente, si
míster jeckill o míster hyde. Con
un espejo delante sería fácil: a ver: mister jeckil es el que mira al espejo y
míster hyde el mirado, aunque no está tan claro: el del espejo está
ostensible mirando al que mira al espejo. Mejor dejémolo, parece que aunque no
esté claro ya se va entendiendo, ¿no? Con los personajes
de Stevenson era fácil, cubro de pelo y le doy un aspecto
bestial a mister Hyde y así el lector lo distingue pronto y bien del doctor
Jeckill. En el cine el efecto es más patente. Pero claro, Leoncio Venteo no bebía brebajes que le cambiaran
de aspecto, por lo cual siempre parecía uno u otro... Así que , como dije antes ni nadie ni él propio Leoncio
Venteo sabía a ciencia cierta quién de los dos era, el bueno o el malo.
Primero pensó en llevar siempre
consigo un espejo de mano para verse la cara. Pero lo tuvo que descartar porque
además necesitaría ponerse un pendiente a alguna de las orejas, lo que no
arreglaría nada porque en el espejo aparecería al revés. Además, en aquel
tiempo no estaba de moda que los chicos se pusieran pendientes (eran los
tiempos en que se daba cuerda a los relojes). Asi que vivió en una crisis de identidad durante muchos
años, sobreviviendo con toda la dignidad que pudo hasta que inventaron otros ingenieros como él “la nube”. Allí
tiene almacenados todos sus documentos, perfiles, avatares, agendas, nicks y
passwords incluso una copia en 3D del carnet de identidad que se puede volver
del revés y ver el dorso. Desde entonces su iphone le despierta cada mañana
diciendo “Buenos días , soy Leoncio Venteo El Bueno o El Malo (que esto es
aleatorio) y no me voy a mirar al espejo”. Leoncio se fía porque poco a
poco ha llegado a ser sacerdote de
la secta Apple aunque en el fondo de su corazón sigue fiel a linux (pervivencia
de la doble personalidad de Leoncio). Se fía porque las máquinas carecen de subjetividad. Lo malo es que el
Iphone 10 ya será inteligente y tomará sus propias decisiones a la hora del
despertador. Leoncio está aterrado porque a pesar de todo se lo comprará.
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